Existen algunas pautas que podemos hacer para saciar el hambre emocional y así controlar la obesidad, sin tener que recurrir a la comida:  

• Hacer ejercicio. Caminar, correr y hacer yoga pueden ayudar a deshacerse de los estados emocionales que activan el hambre emocional.

• Meditar. Respirar profundamente y concentrarse en esta actividad durante un par de minutos es suficiente para reducir el impulso. Ayuda, también, en caso de estrés o depresión.

• Practicar la alimentación consciente. Comer despacio nos permite identificar fácilmente cuando estamos satisfechos y poder parar. Procura comer sentado, sin distracciones y dedicando un tiempo suficiente para ello.

• Establecer un plan de comidas. Estructurar y planificar tus comidas evitará que improvises, que piques entre horas y te dejes llevar por los impulsos.

• Eliminar las tentaciones. Si no tenemos en casa alimentos inadecuados, será más fácil evitar la tentación de atracar la nevera o la despensa.

• Evitar el “me apetece”. Controlar los impulsos y evitar los antojos que no nacen de una necesidad fisiológica es importante.

• Buscar apoyo profesional. Si creemos que la alimentación emocional se ha asentado en nuestras vidas, es positivo buscar ayuda de un profesional de la salud.