Existen algunas pautas que podemos hacer para saciar el hambre emocional y así controlar la obesidad, sin tener que recurrir a la comida: • Hacer ejercicio. Caminar, correr y hacer yoga pueden ayudar a deshacerse de los estados emocionales que activan el hambre emocional. • Meditar. Respirar profundamente y concentrarse en esta actividad durante un par de minutos es suficiente para reducir el impulso. Ayuda, también, en caso de estrés o depresión. • Practicar la alimentación consciente. Comer despacio nos permite identificar fácilmente cuando estamos satisfechos y poder parar. Procura comer sentado, sin distracciones y dedicando un tiempo suficiente para ello. • Establecer un plan de comidas. Estructurar y planificar tus comidas evitará que improvises, que piques entre horas y te dejes llevar por los impulsos. • Eliminar las tentaciones. Si no tenemos en casa alimentos inadecuados, será más fácil evitar la tentación de atracar la nevera o la despensa. • Evitar el “me apetece”. Controlar los impulsos y evitar los antojos que no nacen de una necesidad fisiológica es importante. • Buscar apoyo profesional. Si creemos que la alimentación emocional se ha asentado en nuestras vidas, es positivo buscar ayuda de un profesional de la salud.
Efectos del hambre emocional sobre la salud
Cuando el hambre emocional surge de manera puntual por motivos aislados no tiene efectos sobre la salud. El problema es cuando se convierte en una rutina y los atracones son recurrentes. En este caso, las consecuencias pueden ser físicas y psicológicas. • Aumento de peso. Cuando el hambre emocional nos domina tendemos a comer en exceso alimentos ricos en grasas, procesados, etc. Por lo tanto, una de las primeras consecuencias es un aumento progresivo del peso corporal. • Pérdida de autoestima. Sumar unos cuantos kilos junto con la sensación de culpa que deja detrás de sí el atracón emocional, acaba teniendo efectos negativos sobre nuestra autoestima. • Empeoramiento de la salud. Si comemos mal y, además, no nos encontramos bien emocionalmente, el estado de salud general también se ve afectado. Es normal que los pacientes presenten problemas digestivos, niveles de azúcar altos o hipertensión arterial.