Tu cuerpo trata todas las tensiones mentales y emocionales como si fueran amenazas físicas.

Cada vez que sientes estrés, envías un mensaje químico a tu cuerpo, y ese mensaje es: “Estoy en peligro. ¡Haz algo!”.

Tu cuerpo tiene incorporados ciertos programas genéticos de supervivencia diseñados para obligarte a engordar o aferrarte a la grasa siempre que crea que hacerlo te ayudará a seguir vivo.

Así que cuando estás disgustado, tu cuerpo cree que corres un peligro físico. Para tu cuerpo, “amenaza” significa que algo te ataca, o que, posiblemente, te estás muriendo de hambre o de frío.

 A veces, las amenazas mentales y emocionales pueden provocar las mismas señales químicas en tu cuerpo que morirse de hambre o de frío, generando nuevamente la sensación de comer para satisfacer la necesidad de protegerte.