Cuando el hambre emocional surge de manera puntual por motivos aislados no tiene efectos sobre la salud. El problema es cuando se convierte en una rutina y los atracones son recurrentes. En este caso, las consecuencias pueden ser físicas y psicológicas. • Aumento de peso. Cuando el hambre emocional nos domina tendemos a comer en exceso alimentos ricos en grasas, procesados, etc. Por lo tanto, una de las primeras consecuencias es un aumento progresivo del peso corporal. • Pérdida de autoestima. Sumar unos cuantos kilos junto con la sensación de culpa que deja detrás de sí el atracón emocional, acaba teniendo efectos negativos sobre nuestra autoestima. • Empeoramiento de la salud. Si comemos mal y, además, no nos encontramos bien emocionalmente, el estado de salud general también se ve afectado. Es normal que los pacientes presenten problemas digestivos, niveles de azúcar altos o hipertensión arterial.